Me dice un amigo español que el blog se ha puesto demasiado intenso. Puede ser. Otro pana, venezolano, me comenta ayer, entre bostezos futboleros, que los universitarios venezolanos llaman intensos a los que van a ver, por ejemplo, una exposición fotográfica. La mayoría prefiere salir de rumba y listo. Hacen bien. En Bogotá salen de rumba tanto o más que en Caracas pero después de ver la exposición. Total, hay tiempo de sobra. Estas comparaciones vienen a cuento porque estoy nuevamente en Caracas, ciudad que amo pero que estos días, al compararla con Bogotá, la siento más caótica y desordenada que de costumbre. Cuestión de percepciones. Ya ni los condominios más o menos lujosos funcionan. Llevo dos días con racionamiento de agua, con un ascensor inoperante y con un Internet wi-fi renqueante. Me lo tomo con soda, como los whiskys de ayer en el 360, ese bar-terraza desde el cuál uno se reconcilia con esta ciudad intensa, soñadora y sensual. Y como se trata de bajar la intensidad, busco una cita de Juan José Millás, un escritor al que difícilmente podemos calificar como intenso, mucho menos después de haber ganado el premio Planeta.
" ... yo me enamoro de las mujeres pensando que tienen algo de lo que yo carezco, pero que sin embargo me concierne. En realidad, todas las mujeres que miro parecen guardar fragmentos de algo que me pertenece; ocasionalmente, en una de ellas se produce la suma de todas esas partes y entonces me enamoro. Naturalmente, ellas ignoran que son poseedoras de lo mío...
... lo que ocurre es que, pasado un tiempo, o habiendo llegado la relación a un punto determinado, eso que era tan visible desaparece, se volatiliza y aparece gratuitamente en otra. Entonces, la mujer que amaba adquiere esa apariencia de solidez y de falta de tono que posee el resto de las cosas. Puede quedar en ella algún fragmento, algún brillo de la totalidad anterior, pero eso no calma mi afán de completud. A veces pienso que lo que albergan circunstancialmente las mujeres se lo van pasando de unas a otras para volverme loco... "
" ... yo me enamoro de las mujeres pensando que tienen algo de lo que yo carezco, pero que sin embargo me concierne. En realidad, todas las mujeres que miro parecen guardar fragmentos de algo que me pertenece; ocasionalmente, en una de ellas se produce la suma de todas esas partes y entonces me enamoro. Naturalmente, ellas ignoran que son poseedoras de lo mío...
... lo que ocurre es que, pasado un tiempo, o habiendo llegado la relación a un punto determinado, eso que era tan visible desaparece, se volatiliza y aparece gratuitamente en otra. Entonces, la mujer que amaba adquiere esa apariencia de solidez y de falta de tono que posee el resto de las cosas. Puede quedar en ella algún fragmento, algún brillo de la totalidad anterior, pero eso no calma mi afán de completud. A veces pienso que lo que albergan circunstancialmente las mujeres se lo van pasando de unas a otras para volverme loco... "
1 comentario:
Me encantó la cita. Lo de marc, ya lo había leído en mi correo y conversado en casa.
Un beso,
Vero
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