París empobrecido y desolado, llena de gente malvivida, de mendigos, de razas inferiores, de gente que se pierde y aparece cada cierto tiempo y nadie hace demasiadas preguntas. No es la ciudad de las luces, es un laberinto de calles chicas y rincones donde se encuentran bestias que se devoran para hipócritamente decir que se aman. No. Es una ciudad cubierta por una iluminada capa de niebla donde los espectros esperan en los claros para estampar besos prohibidos con sabor a venganza. Es la París de las puertas maltratadas, que al abrirlas es posible encontrar al amante entregado en su circo de vergüenza y autocompasión. Es la París que es tapada por el arco del triunfo, la Torre Eiffel y el Louvre. Es la que comienza en Bois de Boulogne, en Montparnasse. París es una mujer que se dice así misma puta y te dice que la ames. Esa es la parís que exige que la adores. Es la parís que jamás se entregará a ti. Es la parís a la que le entregas todo para que vaya a divertirse entre el ajenjo y camas llenas de polillas & alimañas. Es la parís que aborta sus hijos en nombre de la igualdad, fraternidad y libertad. Es la parís que te da algo que sospechas inexistente. Es la parís de mentira, la que está muerta y bien enterrada en las putrefactas aguas del sena. Es la parís cuyo rostro cubierto de maquillaje & joyas, oculta pústulas. Esta París es Anais Nin, manipuladora por excelencia. Jura amor, pero reclama libertad. Quiere leer tus libros para así fulminar a tu esposa. Y quebrarte, entre sus piernas. Esta es una pobre mujer, una pobre diabla que arde en el infierno. Quiso ser comprendida, quiso encontrar amor, destruyendo a quien más la amó. Por eso, Anais, mientras destapo esta botella, abre tus piernas que voy a darte unas páginas más para tu inmundo diario. A esta parís me mandó June. O Eurídice. Sólo que yo fui al infierno. Si sabes que soy un lobo, ¿por qué me encierras con ciervos? Deja de llorar, nunca te abandoné, fuiste quien me dejó ir. Ese fue tu sacrificio, y venciste a esa llaga que suplica amor; pero no incineraste su cadáver. Más bien, lo besaste. Me hiciste besarlo. Por eso, no te molestes si me consigues en mi buhardilla con 5 prostitutas. Y menos, mientras andas con esa, que paga mis cuentas y publica mis libros en un intento inútil por matar su vergüenza circense.¿Curioso, no? París. Nunca escribí sobre París. Nosotros tres: todos para uno, y uno para matarlo todo.
jueves, 31 de julio de 2008
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