
La piscina de mi casa constituye el último reducto (o el primero) desde donde lanzo… desde donde me lanzo.
Hay gente que dice que no es una piscina, sino un charco y esa gente no tiene piscina. Yo me río de ellos, porque no saben lo que es llegar del trabajo, desnudarse, ponerse el bañador y bajar y lanzarse a las cálidas aguas (la piscina tiene un sistema de regulador de temperatura, a parte del sistema de purificación del agua).
Vivo en un piso 10. Desde mi balcón la ciudad parece…lo que es. Pero al bajar a la piscina, el cristal cambia pues veo de abajo arriba y mi vista llega hasta el borde del techo del edificio y de allí a la última frontera: el cielo.
La gente te ve. Siempre, una vecina del 4, me mira por unos minutos, cuando me sumerjo. Cada vez que llego, me asomo desde la puerta de entrada, a ver si hay gente nadando.
Muchas veces no hay nadie.
Otras veces sí.
Otras veces estoy yo.
En varias oportunidades, la piscina se convierte en centro de operaciones para actividades secretas. Mis mujeres se bañan allí. Antes de subir o al bajar. Alli conversamos horas y horas, confesiones, revelaciones, burlas, toda clase de cosas. Otras veces callamos y nos besamos y…no es vuestro problema.
Por eso, siempre me acusan de cometer actos lascivos en la piscina.
Por eso, las señoras del edificio no quieren que conozca a sus hijas. Pero sí las conozco. Incluso, una de ellas, que sospechosamente siempre baja cuando yo lo hago, se mete a nadar y se me queda viendo. Yo la veo. Se ruboriza, pero se queda quieta, sus ojos miran seriamente a otra parte, espera que me acerque, no lo hago, tiene 14, coño de la madre.
Y ella lo sabe. Por eso, cuando sale, se saca el traje del baño del culo (y lo tiene precioso) siempre procurando que yo la vea. Y lo hago. Y se va, meneándose. Y yo nado. Nadar en esta piscina es factible por debajo del agua.
Muchas veces hago como Benno Von Archimboldi, me hundo en el fondo y veo a través del agua. Aguanto la respiración todo lo que puedo. Escucho. Hay un mensaje siempre escondido debajo del agua. Siempre lo oigo. Veo las formas, veo la luz del sol.
¿Quién no podría disfrutar de un cielo visto a través del agua?
Y en al piscina bebo. Bebo demasiado. Mis amigos dicen que soy un borracho. Mi familia piensa igual. Mis novias me consideran un borracho desahuciado.
En la piscina el stress se diluye como el hielo que no cae en el vaso.
En la piscina ella planificó su crimen.
En la piscina la besé por última vez, que fue una de las veces cuando me sumergí en la noche.
Y meterse en la piscina cuando llueve es el acto de libertad más puro y simple que puede cometer alguien que se atreve a ser libre en esta cárcel. Porque esto es una cárcel. Nadie se puede bañar en la piscina, todo el mundo anda ocupado, estamos cansados, no hay tiempo.
Y yo siempre lo hago.
En el agua llego más lejos que lo ha llegado cualquier Galaxie 500. Siempre me dicen “¡Que vida tan dura la tuya!”. Si supieran que la piscina no es mi diversión sino mi salvación!
Y sí, es divertido.
Es divertido apreciar que el mundo se destruye en su debilidad y yo, mientras, me hundo para escuchar otra vez el sonido.
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