
"Y de pronto, el rebelde Dennis Wilson se reveló como gran artista. Primero fueron canciones sueltas y decisivas –escuchar “Little Bird” en Friends (1968) o “Forever” en Sunflower (1970)– en los cada vez más decadentes y absurdos y autoparódicos discos de la banda. Y entonces –hastiado de la ambición comercial y permanentemente revisionista de sus hermanos y primos que no hacían otra cosa que alquilarse al mejor postor para cantar las mismas viejas cancioncitas de siempre–, Dennis Wilson decidió hacer algo nuevo. Mientras tanto The Beach Boys –en especial Mike Love, su némesis dentro de la banda– decidían que ya no se podía confiar en él: se lastimaba las manos en peleas de muelle, no llegaba a los conciertos, perdía el ritmo o ensayaba florituras curvas y fuera de lugar en canciones cuadradas e inamovibles. Digamos que los cada vez más conservadores The Beach Boys –sin Brian Wilson como guía, entonces hundido en un remolino de paranoia– no dejaban que Dennis Wilson se metiera al agua, ni jugar con ellos en la orillita.
Y a Dennis Wilson le gustaba meterse adentro y profundo, y declaró que “si esta gente quiere tirar por la ventana toda esa música feliz, espiritual y hermosa que hicimos para hacer dinero, entonces yo no quiero tener nada que ver con eso”.
Y Dennis Wilson llamó a varios amigos –Gregg Jakobson y James Guercio funcionaron como co-productor e intérprete, respectivamente, de las visiones de Wilson– y se metió en el estudio y pasaba horas allí. Armando canciones en el acto, saliendo a alguna fiesta, volviendo tarde, convocando a los músicos a medianoche, y otra fiesta y a sacudir palmeras y deshojar margaritas con sal y limón y otra chica y a meterse demasiada arena blanca en la nariz y después o antes derrumbarse en la playa. Y esa voz que se iba rompiendo hasta alcanzar el tono ideal para rimar la historia de alguien que era feliz viviendo con lo puesto y mirando el horizonte y pescando todas esas melodías elaboradas en un piano que –quienes lo vieron allí– interpretaba con maestría de inspirado y autodidacta savant. Oírlo explicarse en “You and I”: “Nunca he visto esa luz / De la que habla la gente / Abres mi billetera y lo que cae es polvo / Y no tengo problemas con eso / Porque las canciones que cantaré nunca serán tristes / Jamás me dedicarán titulares / Ni apareceré en los noticieros de la noche / No seré una de esas historias de chico pobre que enriquece / Pero las canciones que cantaré nunca serán tristes”."
Y a Dennis Wilson le gustaba meterse adentro y profundo, y declaró que “si esta gente quiere tirar por la ventana toda esa música feliz, espiritual y hermosa que hicimos para hacer dinero, entonces yo no quiero tener nada que ver con eso”.
Y Dennis Wilson llamó a varios amigos –Gregg Jakobson y James Guercio funcionaron como co-productor e intérprete, respectivamente, de las visiones de Wilson– y se metió en el estudio y pasaba horas allí. Armando canciones en el acto, saliendo a alguna fiesta, volviendo tarde, convocando a los músicos a medianoche, y otra fiesta y a sacudir palmeras y deshojar margaritas con sal y limón y otra chica y a meterse demasiada arena blanca en la nariz y después o antes derrumbarse en la playa. Y esa voz que se iba rompiendo hasta alcanzar el tono ideal para rimar la historia de alguien que era feliz viviendo con lo puesto y mirando el horizonte y pescando todas esas melodías elaboradas en un piano que –quienes lo vieron allí– interpretaba con maestría de inspirado y autodidacta savant. Oírlo explicarse en “You and I”: “Nunca he visto esa luz / De la que habla la gente / Abres mi billetera y lo que cae es polvo / Y no tengo problemas con eso / Porque las canciones que cantaré nunca serán tristes / Jamás me dedicarán titulares / Ni apareceré en los noticieros de la noche / No seré una de esas historias de chico pobre que enriquece / Pero las canciones que cantaré nunca serán tristes”."
De Rodrigo Fresán, en Chico de Playa.
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