
Los aullidos de la selva dieron paso a una acelereda versión de Stand by me. La conexión con la desquiciada cantante era tan poderosa que uno debía luchar contra su cuerpo para salir de la zona-imán y correr hacia la barra a por otra cerveza. Jessi, curtida en mil batallas por los antros caraqueños, se deslizaba juguetona entre los atónitos seguidores de V de amor. Al regresar de nuevo a la segunda fila, entre los más incondicionales, una mirada reprobatoria nos introducía de nuevo en el éxtasis. Regáñanos Agnés de Dios, nos lo merecemos. Dejemos que el amor se apodere de cada célula, y también cédula, de nuestra piel. Te amo, te amo, te amo, ¡todos juntos!, te amo, te amo, te amo...
En los novísimos fanáticos de V crecía imparable un sentimiento que se hacía cada vez más insoportable cada vez que Agnes se agarraba una teta para enfatizar el Bésame ¡Bésame mucho joder, pero mucho! A paso cortito de sus tacones de patente rojo se lanzaba a un abismo del que ya nadie podría salvarla, se convertía en un Jean Baptiste Grenouille de lo auditivo a quien todos hubiésemos querido tocar, arañar, comernos a mordiscos. Es que no hay nada más hermoso que morir de amor, eso tampoco es nada nuevo.
Y mientras unos se relamían con las píldoras edulcoradas vertidas desde el escenario, otros, ¿despechados? ¿melancólicos? o simplemente ¿catalanes? bebían acodados en la barra diciéndose unos atros: las vanguardias son así... De repente, una novia o algo saltó al escenario para que el batería le cantara una canción al oído y dos actores (aunque actores somos todos unos hacemos más comedia que otros) saltaron encima la cantante para agarrarle el culo, las tetas, lo que hiciera falta. Así son las vanguardias, efectivamente.
Pero el invierno llega, aunque no quieras. Se sucedió un improvisado encore precipitado por la turba enardecida que coreaba ¡Hijos de puta! con lágrimas en los ojos. Agnes, en sujetador negro, el guitarrista, tan setentero él, acunados de tú a tú en un ampli mientras nosotros, idiotas, babeantes, sentados en el piso como prepúberes de campamento gringo, no podíamos pestañear ante tanta belleza. And the game is over, y el amor acaba. Se rifó hasta una romántica escapada a Mallorca. Yo me quedé con ganas de llevarme unas gafas rojas de corazones estrellados muy lolita que le dieron al ganador, pero sólo me cayó en la cabeza una Men's Health que, quién sabe por qué, había estado en el escenario. Nos volvimos a la barra cabizbajos y con el corazón estrujado. Las cervezas ya no sabían igual, y los Cardhu tampoco. Es una historia tan vieja que ya se conoce el final: Se nos rompió el condón -perdón, el amor- de tanto usarlo.
En los novísimos fanáticos de V crecía imparable un sentimiento que se hacía cada vez más insoportable cada vez que Agnes se agarraba una teta para enfatizar el Bésame ¡Bésame mucho joder, pero mucho! A paso cortito de sus tacones de patente rojo se lanzaba a un abismo del que ya nadie podría salvarla, se convertía en un Jean Baptiste Grenouille de lo auditivo a quien todos hubiésemos querido tocar, arañar, comernos a mordiscos. Es que no hay nada más hermoso que morir de amor, eso tampoco es nada nuevo.
Y mientras unos se relamían con las píldoras edulcoradas vertidas desde el escenario, otros, ¿despechados? ¿melancólicos? o simplemente ¿catalanes? bebían acodados en la barra diciéndose unos atros: las vanguardias son así... De repente, una novia o algo saltó al escenario para que el batería le cantara una canción al oído y dos actores (aunque actores somos todos unos hacemos más comedia que otros) saltaron encima la cantante para agarrarle el culo, las tetas, lo que hiciera falta. Así son las vanguardias, efectivamente.
Pero el invierno llega, aunque no quieras. Se sucedió un improvisado encore precipitado por la turba enardecida que coreaba ¡Hijos de puta! con lágrimas en los ojos. Agnes, en sujetador negro, el guitarrista, tan setentero él, acunados de tú a tú en un ampli mientras nosotros, idiotas, babeantes, sentados en el piso como prepúberes de campamento gringo, no podíamos pestañear ante tanta belleza. And the game is over, y el amor acaba. Se rifó hasta una romántica escapada a Mallorca. Yo me quedé con ganas de llevarme unas gafas rojas de corazones estrellados muy lolita que le dieron al ganador, pero sólo me cayó en la cabeza una Men's Health que, quién sabe por qué, había estado en el escenario. Nos volvimos a la barra cabizbajos y con el corazón estrujado. Las cervezas ya no sabían igual, y los Cardhu tampoco. Es una historia tan vieja que ya se conoce el final: Se nos rompió el condón -perdón, el amor- de tanto usarlo.
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