lunes, 24 de diciembre de 2007

Chinos ensimismados

Decía Magris que escribir es convertir las cosas en pasado. También, decía otro escritor, que el pasado es aquello que nunca pasa. Eso que nunca dejamos atrás. Y entre el ejercicio de estos apotegmas el escritor se hace, al hacerlos literatura, doble victimario de si mismo al atar aquello que lo persigue con la realidad re-elaborada en su obra –y que para su universo autor termina siendo la de mayor validez- con su experiencia a tiempo presente, un tiempo que nunca avanza y que desde entonces siempre mirará hacia atrás. Mirará hacía 2046.

Volver al pasado, o mejor, marchar al pasado y volver con el tiempo recuperado. ¿No suena familiar esa fórmula? ¿Y no es asombroso al mismo tiempo –perdonando la tautología- reencontrarla perdidamente en claves de cine y vestuarios de los años 50s, esa era donde el amor en las películas, siempre en las películas, era posible? En 2046 miramos al pasado por ventanas, cubierto por una cortina, o a través de un vidrio empañado, constatándonos que nunca llegaremos hasta ese nunca-fue, pero que su sola búsqueda representa un dulce viaje a la soledad.

No es extraño que los personajes vivan su travesía a tal intensidad que cada uno hable en distintos idiomas -cantonés, japonés, mandarín- en los diálogos entre ellos. Papeles-tapiz humedecidos, planos cerradísimos, ciudades llenas de lluvia como de recuerdos y muchas canciones deseantes. La pista que obsequia de entrada el film revela todas sus intenciones: Todos los recuerdos son huellas de lágrimas.

Acá los apuntes de un ensayo en elaboración.

El amor inaccesible: Lulú

En constantes reinvención, Lulú –o Mimí- viaja través de pasillos y puertos buscando el amor definitivo. Un baterista problemático, un actor de paso, algún estafador, cualquiera en la noche que complica los corazones. Chow Mo Wan, el escritor protagonista, dice de ella que quizá su manera de ver la vida, sea la forma correcta. Siempre adelante, sin mirar atrás y con una inmensa dosis de autoengaño. “¿Cuánto es lo que puedes olvidar?” le pregunta el hombre en el pasillo. Mujer, si puedes tú con Dios hablar, reza su canción desde las paredes rojo terciopelo.


El amor inacabado: Su Li Zhen

Siempre con la carta de la fatalidad. La mujer fantasma es la cara terrible del azar que juega sus reglas con fiereza inapelable. Ya lo dice el dicho, quien tiene suerte en el amor no lo tendrá en el juego. O viceversa. Para ella no hay música, solo el sonido de la lluvia y la vergüenza oculta bajo un guante negro. Su Li Zhen es zombie del pasado de Chow Mo Wan y cumple su labor de Moira al hacerlo llegar a Hong Kong ganando en apuestas. El perdedor se lo lleva todo.

El amor inexistente: Bai Ling

¿Qué otro tema musical que Siboney podría anunciar la entrada de Bai Ling? Ángel caído desde el mundo de la frivolidad hasta el amor no correspondido. Bai Ling se convertirá, luego de cerrarse la puerta, luego del viaje hacia la noche de Chow Mo Wan, en el eslabón que reiniciará posiblemente la cadena de desamores. Nunca se ama como la primera vez. Después de la primera vez ¿Se ama? A ella le corresponde ser víctima desde el inicio, ella toma el cuarto de enfrente. Ella vivirá en 2046. El lugar de donde nunca se vuelve.

El amor inalcanzable: Wan Jing Wen

La cándida hija del dueño del hostal será el objeto de la idealización del protagonista-escritor, y al mismo tiempo la constatación del egoísmo supremo que toda búsqueda amorosa implica. No hay sentimiento más egoísta que el amor, decía Byron. Wan Jing Wen se convertirá en el androide protagonista del relato de ficción, 2047, que Chow Mo Wan escribirá sobre otro androide –alter ego- de él que se enamora del robot mujer sin ser correspondido. Valen dos imágenes, una visual, la del androide mujer detenida cien, mil, diez mil horas contemplando el tiempo que pasa, una sonora, el aria que recrea las escenas de Wan Jing Wen, Casta Diva, de la opera Norma, de Bellini. Balada de amor imposible.

Cierra la voz en off de Chow Mo Wan recordándonos la frase-eje de la historia: El amor es cuestión de coordinación. De nada sirve encontrar la persona, si no es el momento adecuado.

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