viernes, 14 de diciembre de 2007

Catalanes perdidos en México DF


De nuevo en el DF. Defiéndete. De los olores que te golpean a cada esquina. De los taxistas que bromean a horas intempestivas. De los alcaldes de izquierda que sueñan con patinadores en el Zócalo. De los cobradores del automercado que desean la muerte a los españoles. De las guías de los museos que no te miran a los ojos mientras te hablan. A salvo estamos en la magnífica casa que nos ha prestado una amiga francesa de Mario Bellatin. Agradecido y admirado leo su novela DAMAS CHINAS mientras Nanda duerme la siesta. “No quiero hacer ninguna afirmación al respecto, pero he notado que muchas veces mi estado de ánimo ha influido en mi labor profesional”. Una mañana tranquila: un paseo, una copa de vino, una buena librería… y la casa del poeta Ramón López Velarde. Un hallazgo. Un director de teatro la ha convertido en un museo con imágenes sacadas de los versos del poeta. Unos guantes de seda negros gigantes lo reciben a uno al final de la escalera. Una silla-maqueta con un tren de juguete te explica toda la inmensidad territorial de México. “Suave Patria: tu casa todavía es tan grande que el tren va por la vía como aguinaldo de juguetería”. Ángeles con las caras del poeta, ángeles con caras de ángel, mujeres castas y mujeres no tan castas, apenas 33 años vivió el poeta. Duro el DF.

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