viernes, 27 de junio de 2008

Goldfrapp Attack


Goldfrapp. Uno de mis poemas tiene una parte que se llama Goldfrapp attack y en una obra de teatro que escribí, pongo como soundtrack a estos panas ingleses, que acostumbran salir vestidos como tiroleses en sus conciertos. El cd lo recibí a plena luz del día, como si su contenido tratara sobre alguna misión que me haría perderme (como siempre) en el baile sobre el filo de alguna navaja. Llegué a mi casa, sin la más mínima idea de cómo sonaba aquello. Yo ya estaba en modalidad intuitiva, así que no tenía escapatoria. Me acosté en la cama, justo al lado del equipo de sonido, que ajusté para no tener que verlo más. Todas las luces apagadas. Una copa grande colmada de buen merlot.

Lovely head. Una canción como para olvidarse que este maldito mundo está lleno de la acostumbrada y decepcionada basura. Soy frankestein y estoy tirado en una cama, medio desnudo, apesto a cigarro y alcohol. Todo empieza en la barriga y ese fuego sube hasta la boca. Y no puedo hacer nada, ni callar ni nombrar. ¿Me reconoces, maldito amigo?¿Lo que nos separa?Estoy soñando, eso es. No hay nadie, solo la luz del aparato que marca que la canción lleva 2:11, que hasta ahora, me saben a gloria. A lengua que lame mis heridas. A cabellos donde evaporo mis lágrimas con un orgasmo compartido. Estás duramente lejos, te ríes de mi: sabes que muero. Quiero tus pensamientos, quiero borrarte esa sonrisa, quiero tu cabeza que tanto amo.

Paper bag. Soy Humphrie Bogart. No tenemos tiempo para tirar; sabes que me encanta la maldita presión. Rápido, hagámoslo sobre la mesa, rápido. La bolsa de papel es buena para los cigarros. Me sonríes. Estás adentro. Bailamos este tango? ¿Qué digo del maldito tiempo? Resolvemos sobre la marcha. Toma la bolsa y toma mi mano. Tus labios. Casablanca está llena de animales. Quisiera que lloviera como en Dorset y ver como se arruina tu cabello. Mientras dure la canción, no levantes la vista.

Human. Dos cadencias rítmicas me recuerdan que aún estoy por estos lados del planeta. Esta canción me parece un espejo desesperado que trata mostrarme algo, que, acaso existe? No hay nadie en esta habitación. No hay desastre, no hay mar alguno. Esta canción es una ceremonia perversa, casi un llamado a Mefistófeles y por eso quizá me cae mal. No me recuerda ningún pasado, simplemente, es una de las detestables partes que están en mi. ¿Qué tipo de personas eran, aquellos que ahora forman mi cuerpo, eran buenas o malas personas? ¿Eran poetas o asesinos? ¿Quiénes son ellas, las que entran? ¿Quiénes somos nosotros, los que estamos adentro?

Deer Stop. Suspiro tu nombre. Sé que no escuchas, el piano nos acerca con sus golpes de soledad. Esa botella se perderá en el mar cuando la arrojemos desde la cornisa de este baile silencioso de nuestros cuerpos enlazados. Sabes que muero. A lo lejos, el trueno llama. Por eso susurro mi nombre; aunque no podrás escucharlo. Nunca me escucharás despedirme.
Sigamos bailando.

Pilots. Aquellos momentos donde nos perdimos. El cielo es hermoso, tan azul, tan vacío. Nosotros viendo las estrellas mientras el mundo se va a la mierda. Y así es mejor. Es tan simple un beso entre las ruinas. Tan hermoso recordar los palacios caídos y olvidados. La grandeza que se diluye en los aullidos de las hienas. Tan tranquilos reposando en la levedad de 8 mil metros, tan despiertos al encontrarnos en medio de este sueño con las manos entrelazadas.

Felt Mountain
. Escapar a los alpes. No sé, a Arkangel, al Nanga Parbat: alguna montaña que me recuerde la inmensidad de tu cabello y lo efímero de tu aliento. Un lugar alto, donde la tierra sea blanca, donde no halla hombres, solo dioses, como yo.

Oompa Radar. Esta deliciosa locura de encontrarse y perderse en las ciudades. Cada día la piel se endurece más y más hasta que el silencio nos hace irreconocibles, perfectos extraños, uno al lado del otro. Y la noche, se despierta como columpios solares que admiro mientras devoro manzanas ácidas. Salen duendes por todas partes, animales peludos bailando en cavernas, bestias metálicas engullendo gente. Todo un circo. Sí, las ciudades son un circo que se desintegra tan pronto como alguien sueña con ver algún edificio más alto que donde habita.

Utopia. Al fin he despertado y no hay formas ni colores, no hay pensamientos. Puedo dormir tranquilo. Puedo ver la mentira escurrirse en las paredes. Puedo reir con plácidez. ¿Qué se supone que debo sentir?
He olvidado todo eso.
He olvidado quien soy.
Nunca fui el hombre que soñó la razón.
Soy un monstruo abandonado a su suerte. He dejado de lamentarme. He decidido evitar dejar un solo día sin bailar.
Pueden irse todos al matadero.
Sigan soñando monstruos, yo me dedico a besarte, cómplice con el silencio.

Horse Tears. La noche siempre cae silenciosa y fría, te das cuenta y no puedes engañar tus lágrimas. Sabes que ha llegado el momento y odias la ora final. Sabes que me amas y sigues huyendo, sigues congelando mis lágrimas. Sigues cantando tu canción mientras los edificios se derrumban. ¿Estás dañada? Eres la única, eres la eterna, aún en la distancia y sabes que la fuerza de mis lágrimas es el amor que me profesas y siempre dejas que caigan. ¿hasta donde llegaré?
Porque amas mis lágrimas.
Amas mis lágrimas.
Y por eso me cantas esas canciones.

Cuando el piano dejó de golpear, el silencio nocturno se apiadó de mi: regresé a mi habitación, ya con la última copa, con la última certeza: los finales no existen.

No hay comentarios: