Estoy a punto de montarme en el avión y espero en la sala con el cerebro meloso. Los pensamientos se me estiran como hilos de caramelo caliente, luego se cortan y caen, trato entonces de volverlos a juntar y revolver esa melcocha sin forma que me empalaga. Practico el método de la meditación inversa en estado de resaca: me concentro en escuchar el último llamado de cada aerolínea, los nombres de los pasajeros extraviados, las noticias y las conversaciones entre desconocidos que se desean hasta componer una pieza musical de disco new age.
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Después bajo por la escalera de embarque, camino por un pasillo lleno de viajeros, tomo firmemente el pasamanos, veo el mar desde donde las olas no alcanzan a tocarme, ahí mismo hago mi acto. Bailo mi mejor coreografía y a la mitad de una pirueta me saco discretamente del ombligo un boarding pass con el número del asiento reclinable en el que dormiré tranquila, hasta llegar por fin al único sitio donde alguien me extraña como a nadie más.
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Después bajo por la escalera de embarque, camino por un pasillo lleno de viajeros, tomo firmemente el pasamanos, veo el mar desde donde las olas no alcanzan a tocarme, ahí mismo hago mi acto. Bailo mi mejor coreografía y a la mitad de una pirueta me saco discretamente del ombligo un boarding pass con el número del asiento reclinable en el que dormiré tranquila, hasta llegar por fin al único sitio donde alguien me extraña como a nadie más.
1 comentario:
He llegado desde los Aeropuertos.
Me apunto el blog.
Un saludo
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