Lo que les gustó fue que, cuando vieron a los grupos gitanos tocar, se dieron cuenta que la música era interminable. Que la fiesta, porque no era solo la acción de los instrumentos sino la juerga, el jolgorio, la gritería y el alcohol prodigioso, era la constante entre esas bandas de tipos gordos con sombreros negros que tocaban una música primitiva pero con arreglos de metales malditamente futuristas.
Luego supieron que no eran solo tres tipos que se ponían a bajar y escuchar música. Se vieron a ellos mismos en el jaméo y entendiendo lo acústico como invocación de dioses misteriosos que se aparecen cada vez que a un grupo de gente que grita, baila, y se emborracha, le viene la decisión de no detenerse nunca.
Luego supieron que no eran solo tres tipos que se ponían a bajar y escuchar música. Se vieron a ellos mismos en el jaméo y entendiendo lo acústico como invocación de dioses misteriosos que se aparecen cada vez que a un grupo de gente que grita, baila, y se emborracha, le viene la decisión de no detenerse nunca.
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