viernes, 18 de julio de 2008

Yo no sueño



El vértigo que aparece durante las horas de insomnio, es el mismo vértigo que crece en el escritor frente a la página en blanco. Ahora, mientras intento escribir estas líneas, ambas certezas de madrugada se encuentran como dos serpientes ciegas que se cruzan. Al fondo el bramido de la Avenida Libertador recuerda que sigue el tiempo corriendo, que pasa como la huella fugaz de los carros en la memoria de la noche.

Y sobre todo, me recuerda que no puedo dormir.

Más que poseer ese encanto metafísico que le adjudican los poetas, el insomnio se convierte –en su reiteración- en una realidad fisiológica ineludible. El insomnio te obliga a vivir un segundo día. Una replica de las horas pasadas, un día silueta del pasado, pero esta vez sin nadie que te mire, sin nadie que atienda el teléfono –esta es una de las mas terribles para mi, o nadie que quiera tomarse -a eso de las 4.25 a.m.- una copa contigo.

Por su parte, la página en blanco, con fauces abiertas y amenazantes, te obliga a la eterna postergación. La página en blanco te hace tomar notas. La página en blanco te hace caminar en círculos. La página en blanco te hace mirar tu cuenta de correo una y otra vez, como si en un mensaje sorpresa pudiera venir ese párrafo que no te sale, o la cuartilla completa que necesitas para terminar el artículo. La página en blanco te termina obligando a usar eufemismos ridículos como bloqueo de escritor, ó síndrome de fatiga, y el más lamentable aun fase de investigación .

La página en blanco es el insomnio de la literatura.

Recuerdo a un amigo que al no poder conciliar el sueño se dedicó a escribir poemas. Otro más categórico echó mano de drogas varias para poder regular sus horas nocturnas. O el caso de una amiga que al sufrir de ataques de vigilia luego de su separación marital decidió mudarse de ciudad, cambiarse de país, hacer una reinvención de su vida. Y por supuesto no cuenta acá la lista interminable de amas de casa conocidas que hasta el presente tiene al Lexotanil como su mejor aliado.

Todo esto lo escribo para decir que el problema con el insomnio estriba en que, este, te obliga a ser mucho más tiempo tu mismo. Es una condena sorda, al menos para los que le damos cinco vueltas al gato, o que nos enfrentamos a dos demonios al mismo tiempo, ya lo dije: Insomnio – Hoja en Blanco, Hoja en Blanco – Insomnio, que nunca termina, sino que se reproduce y te compele a recorrer como en un juego de espejos interminables la realidad ya existida. El insomnio te niega la única posibilidad de evasión no cuestionable moralmente. El insomnio no te deja ser otro, no te deja soñar. El insomnio te hace morir sin muerte, o como mejor dijo Unamuno en su poema homónimo: "He ido muriendo hasta llegar al día".

Es cierto que Proust le confirió con su prosa amanecida ese encanto que aun conserva el insomnio en el escritor. Las caminatas de Proust después de trabajar. Cómo la luz de una lámpara podía evocar magistralmente un imperio íntimo perdido. Cómo el sonido de un piano extraviado a lo lejos podía hacer que la noche reviviera al tiempo. Pero también es cierto que revisar un manojo de citas insomnes nos habla de desesperaciones y espejos. O al menos de espejos –reales y metafísicos- nada confortables.

Dudo que traerlos a colación sean garantía de cura para el insomnio y el
bloqueo de escritor, así como tampoco el citarlos me asegure un viaje fulminante por el oficio de la escritura, pero me gusta pensar en los escritores y sus frases fabulosamente inútiles sobre el tema. Pessoa ante la inanidad de la noche sin sueño decía: "Contemplo la pared de enfrente de mi cuarto como si fuera el universo". O Montejo describiendo las tinieblas con la imagen lapidaria: "Toda la noche tiemblan las paredes".

Quizá de las frases que más me atraen del matrimonio entre insomnio y escritura estén las que asumen al abismo sin sueño como terreno fértil para el autor. Esas que, como diría Cioran, hacen de la luz de la vigilia una noche interminable, o como bien dijo Mariño – Palacio, haciendo un maravilloso salto adelante en el vacío de la página desvelada: "Yo no sueño. Yo vivo en la eterna vigilia, que es el más hermoso de todos los sueños".

Ese sueño que se confunde ahora con la realidad, ahora que la Avenida Libertador hace silencio, que ya los autos no la transitan y el mutis de una ciudad que duerme me enfrenta a esas dos serpientes ciegas que esperan por mi.

Sigo sin dormir.


3 comentarios:

oliveira dijo...

buenisimo, esta semana ando Pessoa asi que es una agradable sorpresa y bueno Cioran es un maestro del insomnio.! una pregunta ahora: ¿como puedo hacer para conseguir la revista? yo soy de yaracuy pero tengo gente en caracas que me la podrian buscar, muchas gracias. este post estuve increible. me voy a no dormir tambien.

Pura Ficción dijo...

Estimado Oliveira,

Para conseguir la revista debes hacer como con las mejores causas. Debes perseguirla. Cuando esté en la calle el nuevo número sabrás de nosotros. Quizá si pasas por el Esperanto del Centro San Ignacio queden algunas piezas anteriores. De nos ser así, sigue concursando.

Buena suerte.

cat_eye dijo...

Bueno, yo soy más lenta que tú para leer, pero ciertamente me sentí identificada en la fase de investigación, en la viajera que huye y sobre todo en la neurosis de revisar el correo cada 2 min.
Jaaaaaaa! Sos un genio mi querido, nos vemos en diciembre.