sábado, 4 de octubre de 2008

One Hit Wonders


Todo acto de celebración siempre esconde un manifiesto secreto, una consigna refrendaría. Y nosotros, no éramos en ninguno de los casos la excepción a la regla. Muy por contrario, si existiera una casilla que pudiera definir al grupo que conformábamos, esa clasificación tendría que apuntar hacia la de iniciados, sobre todo –y viendo la precaria convocatoria- a la tapa de sobrevivientes.

La gente no viene a este tipo de fiestas –si es que así se le puede llamar a un Dj que pone éxitos 80s, ó electro pop, ó rockabilly, o indie rock, en un bar cualquiera que se arriesgue- a buscar lo que buscan las masas de Caracas. Nada parecido a la lamentable avalancha de reguetón y hip hop que desfonda la noche de la ciudad. Esa marejada de gente sudada, que juegan a ser malos, atrapados en la pose y en los lugares comunes del que dice ser intenso pero busca los elementales: sexo, y drogas, y bueno. Y peor aun –y acá la más terrible de las pestes de la ciudad de Caracas- abocados al único objetivo posible en los bares de diseño o las fiestas temáticas de hip hop: ir a un local a ligar.

Cuando entramos a Discovery, M. me dijo que era mejor así. Que el que fuéramos pocos –en este caso los únicos- hacia mejor el asunto. Martes en la noche con Ch. en los platos. Con el, nosotros dos, y J., sumábamos cuatro. Y no vendrían más en toda la noche. Aun mejor. En otra época saber que Ch. ponía música de seguro produciría otro tipo de movimientos. Jamás sería un movimiento de masas, pero si un grupo de interesados, algunos conocidos, habituales habituados. Ahora éramos, y casi caídos por azar, M. y Yo.

Pero ¿era igual en esa noche de martes para el resto de la ciudad? Si en una ciudad abocada a la juerga sin fin, los fines de semana son territorio paviperro, de gente no-entrenada para la noche, sin ética para la rumba, la mitad de la semana –por simple descarte, no por alguna democracia tácita – debería ser para de los que sabemos.

Pero, aun así.

Al igual que en Discovery, nada en el mundo exterior pintaba algo. Completamente deshabitados los demás locales. Y eso que todo en la ciudad quedó reducido a un amigo que una que otra noche se monta a poner música. Nada de grandes fiestas, nada de raves perdidos en alguna casa, mucho menos pensar en conciertos de mérito en algún local.

Mientras pido dos vodkas solo estoy pensando a dónde rayos fueron a parar los modernos de Caracas.

No es que esta ciudad alguna vez tuviera algo parecido a una movida. Mucho menos pensar que alguna vez tuvimos una serie de propuestas articuladas y todas esas cosas que se piensan de la vida nocturna creadora de una ciudad. Pero, joder, es martes –la ciudad libre de paviperros y raperos- y no hay nadie acá. En una de esas Ch. se acerca y me comenta que esa canción la tocó Billy Idol con su primera banda, y que lo que hace distinta a la versión de ese manifiesto solipsista –Dancing Whit Myself/Don’t Stop 1981- era un riff de guitarra que hacía el salto del punk al pop.

Sin detenerse suena Maneater, de los Hall & Oates. Sigo la cuenta de vodkas, Marianne enciende un cigarro, continuamos siendo cuatro y la música revienta el fondo en ese bar vacío. Y Ch. empata la clase magistral –medio en gritos al odio de todos- para decirnos que la diferencia entre esa música que escuchamos –un simple one hit wonder ochentero- y la de hoy día estriba en un dilema básico. Antes todo era composición, ahora solo tenemos edición.

En ese momento el humo y la pésima iluminación de Discovery no dejó ver mi cara de plenitud mientras pensaba que esa noche de sobrevivientes era mágica y que -gracias a algún dios decadente- tenía la respuesta:

- Joder, no tengo que seguir buscando, los modernos de Caracas somos nosotros y de seguro también vamos desaparecer en fade out.

Quiero otro vodka, escucha esta canción, dame un beso, que piensas de este carajo que dijo, seguimos en mi casa y hacemos sashimi, mierda esas bolsas estaban malas, de bolas esa es la canción que canta Bill Murray en Lost in Translation, verga ese es un-gran-disco, no vale, ¿te he dicho que te amo?, cierran como a las cuatro, si, de bolas…

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