martes, 11 de noviembre de 2008

CumpleTortas de la Pichi (Huini) (I)

Llegué como a las 2am apurada por un mensaje que la cumpleañera me había dejado treinta minutos antes. No sonaba molesta, pero sí me estaba regañando entre erres y eses que se arrastraban y se esforzaban por sonar con más volumen que la música del fondo: Mariiica, ¿dónde coño estás metida? Tú no y que ibass a llegarr más tempraano para ayudarrme y vainaa. Aparece, ¡puta!
Al primero que vi fue a Rajo, un pana calvo y pelirrojo al que le gusta bailar salsa, hacer beatbox y tomar ron, entre otras cosas. Mira, me hice una raja en el coco con la antena del televisor -me decía mientras señalaba la herida con el índice y bajaba la cabeza- Yo me acerqué para tener una mejor visión. Ay, Paquito -como cariñosamente lo llamo algunas veces- es que a ti te pasan unas cosas... Los dos nos reímos y cada quien se fue por su lado.
Yo me fui a buscar a la cumpleañera y no fue nada difícil encontrarla. Estaba sonriendo, saludando, bailando, conversando y batiendo sus rulos en la cara de los invitados que no conocía. Todo al mismo tiempo. Es que esa pana se da demasiado duro. Después del feliz cumpleaños, el abrazo, los buenos deseos y el maricoteo, la llevé a donde estaba la china para compartir con ella mis impresiones: ¿Mira esta vaina? ¿Me vas a decir que no es demasiado puta? Por supuesto me refería a la homenajeada y su atuendo, un vestido chiquitito (con "T"), azul y escotado... Las tres nos reimos porque estamos claras en que puta es uno de los mejores cumplidos que puede recibir una chica si se dice con el tono preciso frente a las personas correctas. Me fui por una birra y en el camino le agarré el culo a Barbosa, acepté una invitación grupal al baño y le dije al Parra que era un coñodesumadre.
De pronto, tenía una guitarra en mis manos y minutos después le cantaba al Junior, sin pudor alguno, mis composiciones adolescentes. Más tarde, ya éramos un grupo nutrido y estábamos todos bajo un árbol, sentados como indios y apludiendo mientras Irene del Carmen nos deleitaba con aquel tema que dice algo así como que las moscas son difíciles de matar porque tienen millones de pelos que son como radares. Un éxito, la verdad.
Estaba oscuro, casi no se veían las caras, pero todo el mundo sabía quien era quien. Menos por un instante en que sentí una presencia ajena al grupo original. Voltié a mi derecha y allí estaba Perrote. Acostado boca arriba, misterioso, sonriente y con ambas manos tras la nuca: Buaa buaaa. Esto era lo que yo necesitaba.
Ahí fue cuando supe que ya era momento de partir: China, Max... ¿Nos vamos?

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