miércoles, 12 de noviembre de 2008

Biopic ó Las Nalgas de Helen


Caicedo llegó de mañana, el calor no agobiaba. Llegó con cielo anaranjado, como el que hacía en Cali cuando estudiaba en el bachillerato y soñaba con mujeres en las noches de lluvia. El parce se reunía con sus amigos a viajar en la espera (él era de por ahí, pero ahora, en este momento del sueño, estaba en Buenos Aires, en las afueras, haciendo lo que hacía todos los días). Lo hacía frente a un portón donde mataron a unos jóvenes estudiantes años atrás, cuando él era un pelado, antes de morir. Y vio pasar un automóvil-vivienda, que no era otro que el de la hermana de Enrique, que no se llamaba Angelita, ni iba en autobús, como el de sus Historias para Jovencitos, pero que pasó haciendo lo mismo con la cara y la brisa, y además se fumaba un cigarrillo. Y el sol. Además se fumaba el sol. Entonces dejó de hablar y detuvo el tiempo y volvió a pensar, como siempre, en el abismo. Que era, decía él, como meterse adentro del estorudo. Y miró a sus amigos callar y prefirió que fuera de esa forma y no de otra. A mí me daba la cola una amiga gorda y linda llamada Helen. Ella tenía una moto. Y la brisa le despeinaba el cabello, que era muy largo, porque nunca usaba casco. Nunca conocí a Caicedo. De hecho, creo que conozco más a algunos personajes que sueñan en las novelas de otros, siempre se sueña en las novelas de otros (cuidado, no es un supuesto, es un hecho: tampoco conocí a otros, ni he soñado nunca con ellos, ni con mis amigos, porque también tengo amigos escritores) y a veces pienso en que exageran con ese recurso para darle rienda suelta a una narrativa intrascendente que esconde algo: más extensión, más espacio, más páginas para mantenerte leyendo cualquier tontería. Sin embargo, he soñado con algunas personas que no me gustan para nada, y he soñado con besar a mujeres a quienes no debía besar. Ahora que lo pienso, no he soñado con eso, he soñado eso, que es distinto, mientras duermo. Nunca conocí a Caicedo, pero sí conocí a Helen. Y me gustaba el culo de Helen. O las nalgas de Helen. No llegué a besarla. De todas formas, no importa mucho. Ya ha pasado el tiempo.

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