jueves, 4 de diciembre de 2008

Mi Puta Vida


En mi caso, bueno, percuté a Dubraska. Ella estaba embarazada, de 5 meses. La cosa es que la preñó un maricón que huyó; pero el papá le dijo que la iba ayudar. El viejo la quería ver echándole bolas a la vida, así que ella trabajaba en el negocio del viejo (y según pude saber, sigue en lo mismo y le va muy bien, hasta se casó con un tipo que sí le responde y vive felizmente) ella era una amiguita de esas a la que le quise meter siempre, pero ella no quiso y le metió otro, que en este caso, le dejó preñada. Yo tenía una prueba de Sida, que me había pedido Karen y de repente, ella me llama a la cocina y me dice “mira, ella tiene ganas de tirar y nada, pensé en ti. Yo también quiero contigo; pero porfa, ayuda a mi amiga” entonces, me le acerqué y le di un piquito y le dije que sí. Regresé a la sala y me senté igual donde estaba. Karen se fue a bañarse.

Esa era la señal. Me senté al lado de ella y le dije unas cosas, así para abrir el camino (que ya estaba abierto, por cierto) ella se reía de todas mis idioteces, decía sí a todo, estaba pidiendo sexo a gritos. Entonces, no sé cómo, terminé besándola. Era algo extraño. No porque estuviera embarazada, no porque la deseaba desde hacía tiempo. Tampoco era su rechazo. Era algo distinto. Algo que era distinto. Simplemente eso. Simplemente, comencé acariciar sus senos que estaban hinchados. Su cuerpo destilaba hormonas y eso me subyugaba. Mi erección, en esa instancia tan prematura, estaba a punto de romper mis pantalones, así que me saqué la verga y ella comenzó acariciarlo.

Todo estaba dado. Era el punto de no retorno.

Le saqué la camisa y le quité los pantalones. Sus pantaletas, caídas debajo de su vientre hinchado, lucían como un impedimento ante tanta abundancia. Su vientre preñado me excitó aún más. Comencé a chupar sus pezones ennegrecidos y grandes, sus senos, ya se estaban llenando de la leche que alimentaria a la criatura que estaba creciendo en su interior, testigo de la atrocidad que cometíamos.

O tal vez no. Testigo era. Pero aquello era una atrocidad?

Como podría saberlo?

Mas las cosas siguieron el rumbo. Mi mano se metió en su pantaleta blanca, de algodón y masajeando su sexo y excitando su clítoris, pude comprobar la turgencia de aquella mujer que no había tenido acción en meses.

Una mujer, así sea embarazada, sigue siendo mujer.

Claro, este tipo de cosas, me toca aprenderlas en el duro terreno de la experiencia, donde los errores cuestan fortunas y las victorias muchas veces son tímidas y otras amargas, y unas pocas, gloriosas; como escribir este libro, como darle placer, amor y libertad aquella chica que simplemente, se equivocó. Así, dadas las cosas, mi mano estaba llena de su cálida humedad. No dudé en succionar su vagina, mientras, introducí uno de mis dedos y seguí. Ella acababa y marcaba el ritmo guiando mi cabeza y jugando con mi cabello. Ponerme un preservativo sería en esa situación un acto de total descortesía, así que al enfilarme hacia su vagina, que parecía clamar por la presencia de mi pene, clavé mis ojos en su mirada, hinchada de lágrimas que no salían y que jamás lo harían, pero eso no importaba. Para qué llorar?

Al penetrarla, sentí un profundo alivio. Una fría y reconfortante sensación me recorrió desde la base de mi pubis hasta la coronilla. Ella exhalaba más y más, a medida que mis penetraciones aumentaban en ritmo y vigor. Un nuevo orgasmo la invadió y no pudo evitar la lágrima que brotó de su ojo. Ya sus gemidos llamaron la atención de Karen, que se asomó y al vernos, sintió satisfacción, de seguro, ya sabía una nueva temporada de sexo se venía, pero de momento…

Esta mujer ya gritaba de placer, me daba las gracias y yo seguía y seguía y no aguantaba más, mi respiración era un caótico flujo de aire que sólo permitía mantenerme en esa pelea y no me dejaba tan siquiera considerar algo más. Ni siquiera cambiamos de posición. Ya mi pene hinchado, pedía a gritos el final, así que, sin darme cuenta, me vino un orgasmo que causó el efecto de un bajón eléctrico mezclado con una baja de tensión y mientras, mi semen salía y salía como una llamarada volcánica y aquello, que ya conocía y no tenía nada de especial se hizo más lento, o quizá, fue simplemente porque me había tirado a una chica embarazada.

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