
7:34 a.m. Deco se despierta. De una vez sabe que el día no tendrá nada espectacular. Es enero, y en Nueva York hace frío. Coloca los pies sobre el piso de madera, glacial. Con la uña del dedo índice de la mano derecha se desencaja las lagañas de ambos ojos. Luego bebe un vaso de agua y desenmaraña su mente de los enredos del sueño. La existencia le pesa, pero no lo suficiente para quejarse. En su cuarto, el más grande del apartamento, Deco llena una bolsa verde de lavandería con su ropa sucia de las tres últimas semanas. Con su mano derecha agarra la bolsa, y en la mano izquierda toma un libro de A. Mantilla, El Error Infinito: Bergson y el aburrimiento cinematográfico. Lidia, su compañera de piso, aún no se ha levantado. Es Domingo.
7:46 a.m. La señora Ng llena la lavadora 8 con la ropa que corresponde al recibo 9628-B. En ese mismo instante Deco entra en la lavandería. La señora Ng ignora con ligereza acrobática la presencia de Deco. La luz del día apenas se asoma por las grandes ventanas del local. En esta época del año la luz del alba es azul como las baldosas limpias de una sala de emergencia. Faltan los sesos, las gasas, la sangre, el descuido, las suturas, los llantos, la muerte, los huesos, todo aquello que desfibrila la vida. Deco descarga su ropa sucia en la lavadora 14, introduce seis monedas de 25 centavos, y pone a andar la máquina. Por un momento le crujen los pensamientos, pero él apenas se da cuenta de lo que pasa en su cajón de juicios.
7:52 a.m. Deco entra de vuelta en su apartamento. El olor de un incienso que encendió la noche anterior para encubrir el olor a mariguana lo confunde por unos instantes. Lidia aún no se ha levantado. Por un momento Deco considera la posibilidad de que Lidia no haya llegado al apartamento la noche anterior, pero de inmediato desecha esa idea. Él sabe que ella está en su cuarto. Se prepara dos pedazos de pan tostado con mantequilla y se los come con paciencia mirando el frío cielo de la mañana. El aire que entra por la ventana sabe a metal. Deco se arrepiente un poco de su aburrida vida. Un rumor metafísico se escucha en el fondo de la escena, como el soundtrack de una película, pero de inmediato se da cuenta de que apenas son los vecinos.
8:10 a.m. La alarma de la lavadora 14 resuena por el ancho y largo espacio que es la lavandería. Instantes después entra Deco y camina en línea recta hasta la máquina 14. En el fondo se escucha una radio que toca con desánimo la Séptima Sinfonía de Beethoven. Para su adentros Deco adivina: Es el segundo movimiento. Allegretto. La señora Ng, esta vez descargando la secadora K, vuelve a ignorar la presencia del cliente. Por su parte, Deco saca su ropa de la lavadora 14, y después de caminar unos ocho o nueve pasos, mete la húmeda bola de telas en la secadora F. En cuestión de segundos la lavandería se inunda con el aullido de una sirena de un camión de bomberos que pasa por la calle. El día por fin comienza. En el apartamento Lidia se despierta.
8:16 a.m. Deco entra una vez más al apartamento y enciende la radio de la cocina. Continúa la Séptima de Beethoven. Separada por una puerta, Lidia se pasea por la angostura alienante de su pequeño cuarto. Parece un capitán nervioso en su camarote. Deco abre un poco más la ventana de la cocina, dejando escapar las últimas malas almas de la noche anterior. Mientras Deco lava los platos sucios del desayuno, Lidia sale de su camarote. El aire frío que entra por la ventana le encogen un poco el ánimo a la capitana. Lidia se sirve un vaso de jugo de naranja, saluda a Deco, y luego saca una pequeña bolsa de coca de la noche anterior. Se da dos toques en cada fosa nasal y le ofrece un poco a su compañero. Deco acepta. Al igual que Lidia, se da dos toques en cada fosa y se sienta a leer a Mantilla.
9:04 a.m. En el instante en que la secadora F se apaga, el único interior blanco que tiene Deco cae con descuido sobre el pilón de ropa seca. Mientras tanto, la señora Ng dobla con rigor comunista las camisas que corresponden al recibo 9628-B. Deco entra una vez más a la lavandería, y esta vez mira fijamente a la señora Ng. Ésta lo mira de vuelta, y asienta con la cabeza. Existe. Con cierto apuro innecesario Deco llena su bolsa verde de lavandería con la ropa limpia. La bolsa se hincha tibia. Irrumpe la necesidad de regresar al apartamento para leer a Mantilla. En el mismo momento en el que Deco sale de la lavandería, entra un chico pelirrojo vestido con una vieja chaqueta de cuero. En el aire del umbral de la puerta de la lavandería se entrecruzan los alientos de Deco y el pelirrojo.
9.05 a.m. El chico pelirrojo se planta en el medio de la lavandería, y mirando a la señora Ng directamente a los ojos saca un revolver, se lo lleva a la sien, y de un tiro se vuela la tapa de la razón.
9.06 a.m. La ropa limpia del recibo 9628-B queda empapada en sangre. La señora Ng la tiene que volver a lavar.
7:46 a.m. La señora Ng llena la lavadora 8 con la ropa que corresponde al recibo 9628-B. En ese mismo instante Deco entra en la lavandería. La señora Ng ignora con ligereza acrobática la presencia de Deco. La luz del día apenas se asoma por las grandes ventanas del local. En esta época del año la luz del alba es azul como las baldosas limpias de una sala de emergencia. Faltan los sesos, las gasas, la sangre, el descuido, las suturas, los llantos, la muerte, los huesos, todo aquello que desfibrila la vida. Deco descarga su ropa sucia en la lavadora 14, introduce seis monedas de 25 centavos, y pone a andar la máquina. Por un momento le crujen los pensamientos, pero él apenas se da cuenta de lo que pasa en su cajón de juicios.
7:52 a.m. Deco entra de vuelta en su apartamento. El olor de un incienso que encendió la noche anterior para encubrir el olor a mariguana lo confunde por unos instantes. Lidia aún no se ha levantado. Por un momento Deco considera la posibilidad de que Lidia no haya llegado al apartamento la noche anterior, pero de inmediato desecha esa idea. Él sabe que ella está en su cuarto. Se prepara dos pedazos de pan tostado con mantequilla y se los come con paciencia mirando el frío cielo de la mañana. El aire que entra por la ventana sabe a metal. Deco se arrepiente un poco de su aburrida vida. Un rumor metafísico se escucha en el fondo de la escena, como el soundtrack de una película, pero de inmediato se da cuenta de que apenas son los vecinos.
8:10 a.m. La alarma de la lavadora 14 resuena por el ancho y largo espacio que es la lavandería. Instantes después entra Deco y camina en línea recta hasta la máquina 14. En el fondo se escucha una radio que toca con desánimo la Séptima Sinfonía de Beethoven. Para su adentros Deco adivina: Es el segundo movimiento. Allegretto. La señora Ng, esta vez descargando la secadora K, vuelve a ignorar la presencia del cliente. Por su parte, Deco saca su ropa de la lavadora 14, y después de caminar unos ocho o nueve pasos, mete la húmeda bola de telas en la secadora F. En cuestión de segundos la lavandería se inunda con el aullido de una sirena de un camión de bomberos que pasa por la calle. El día por fin comienza. En el apartamento Lidia se despierta.
8:16 a.m. Deco entra una vez más al apartamento y enciende la radio de la cocina. Continúa la Séptima de Beethoven. Separada por una puerta, Lidia se pasea por la angostura alienante de su pequeño cuarto. Parece un capitán nervioso en su camarote. Deco abre un poco más la ventana de la cocina, dejando escapar las últimas malas almas de la noche anterior. Mientras Deco lava los platos sucios del desayuno, Lidia sale de su camarote. El aire frío que entra por la ventana le encogen un poco el ánimo a la capitana. Lidia se sirve un vaso de jugo de naranja, saluda a Deco, y luego saca una pequeña bolsa de coca de la noche anterior. Se da dos toques en cada fosa nasal y le ofrece un poco a su compañero. Deco acepta. Al igual que Lidia, se da dos toques en cada fosa y se sienta a leer a Mantilla.
9:04 a.m. En el instante en que la secadora F se apaga, el único interior blanco que tiene Deco cae con descuido sobre el pilón de ropa seca. Mientras tanto, la señora Ng dobla con rigor comunista las camisas que corresponden al recibo 9628-B. Deco entra una vez más a la lavandería, y esta vez mira fijamente a la señora Ng. Ésta lo mira de vuelta, y asienta con la cabeza. Existe. Con cierto apuro innecesario Deco llena su bolsa verde de lavandería con la ropa limpia. La bolsa se hincha tibia. Irrumpe la necesidad de regresar al apartamento para leer a Mantilla. En el mismo momento en el que Deco sale de la lavandería, entra un chico pelirrojo vestido con una vieja chaqueta de cuero. En el aire del umbral de la puerta de la lavandería se entrecruzan los alientos de Deco y el pelirrojo.
9.05 a.m. El chico pelirrojo se planta en el medio de la lavandería, y mirando a la señora Ng directamente a los ojos saca un revolver, se lo lleva a la sien, y de un tiro se vuela la tapa de la razón.
9.06 a.m. La ropa limpia del recibo 9628-B queda empapada en sangre. La señora Ng la tiene que volver a lavar.
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