
Sí amigos, a pesar de haber declarado a la prensa "yo sólo voy a la playa en el Caribe", hoy sábado, asumiendo nuevamente la co-inteligencia de contrarios como principio rector -gracias Marcel- he decidido acercarme a la Nova Mar Bella, una de esas playas artificiales que los amos de Carcelona instalaron al norte de la ciudad, en una zona, believe it or not!, que como quien dice antier aún tenía barracas, o sea ranchitos catalanes, y que ahora reúne a una fauna variopinta y multicultural contenta de haberse conocido. No es fácil. Se interponen obstáculos en mi peregrinación hacia la arena transgénica. Es cerrar la puerta de mi apartamento de relucientes plantas -aviso a navegantes- y toparme con una atractiva mujer saliendo del ascensor. ¿Tú vives acá ahora? son sus primeras palabras, con un indisimulable acento argentino. Mmm, creo que sí, respondo nervioso. Yo soy la vecina de arriba, continúa, y necesito que me hagas un favor. No he pasado la inspección y preciso de una bombona de butano, ¿puedes llamar y pedir una? Ante mi asombro insiste, vamos a delinquir, es cierto, pero es fácil, yo te dejo la plata, la bombona vacía, vos llamás y se la entregás el lunes a la persona que se queda cuidando mi apartamento porque yo salgo de viaje un mes. Sigo sin articular palabra. ¿Hablamos en la noche? es lo último que dice antes de desaparecer escaleras arriba. Desciendo en el ascensor barruntando si no sería mejor quedarme de centinela en mi atalaya pero, inshallah, o sea Alá es grande, el destino está escrito y al rato me veo saliendo del metro Selva de Mar. Mientras espero a Puentani, en un homenaje a Sabina, pasa por ahí una rubia con la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta. Segundos de silencio hasta que se escucha un "niña, con esas peras yo me hacía un zumito ahora mismo". Nuevamente silencio. Poco antes de pisar la arena ya estoy muy arrepentido de mi decisión pero cuando, al rato, recibo el impacto de una sombrilla voladora en mi cabeza me convenzo de que el concepto playa, llámenme elitista si quieren, sólo se asocia en mi cabeza a lugares como Choroní, Puy-Puy o Playa Caribe, y no a esta especie de socarral con pretensiones en donde, además, recibes agresiones de familias amargadas con niños insolentes.
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