Editores suicidas

No se puede detener el poder mismo de las historias. Ni mucho menos de quienes intentan -por medios distintos y a veces extremos- hacerse relato. O de quienes deciden convertir cada encuentro en una ceremonia autodestructiva y sin sentido. La literatura es posterior a la muerte. O en el caso de nuestros célebres invitados, posterior a la ingesta de vodkas, vinos, y el resto de soleras verdes del refrigerador.

Suicidas para ser reyes, parafraseando a Proust. Se supone que luego de esto viene un saludo de fin de año.

Acá va.