jueves, 11 de septiembre de 2008

Bogota Proustiana : El Fugitivo



Viajo hacia Caracas en el último vuelo. Estoy medio borracho. La función del domingo ha sido un éxito y nos hemos quedado en la casa, como buenos capullos, celebrando. Cada día disfrutamos más del montaje. Son grandes actores, los cuatro, un lujo contar con ellos. Volar borracho es interesante. En las alturas, con el alcohol, se te expande la mente. Se abren nuevos horizontes interiores. Tener al lado una pesada señora mayor ni te afecta. Otro whisky,por favor. Llego al aeropuerto y me encuentro con el hermano mellizo de Riquelme, con franela argentina incluida. Una broma de Jorge, pienso. A mitad de la autopista, control de policía. Un chamo apenas mayor de edad carga con dificultad una especie de metralleta. Nos mira mal. "Baje el cristal de atrás!", ordena. Riquelme, o sea el taxista, le contesta: "no, mira, que no funciona, si quieres me pongo ahí al lado y bajo el otro cristal". El guardia Nacional, con esa indolencia local tan característica, lo piensa mejor y nos deja marchar con una mueca de fastidio. Bienvenido a Venezuela, me digo. Llego al Spa de Sebucan pasada la una de la noche. Jorge ya duerme. Encima de la almohada, más Argentina. Jorge me ha comprado "A sus plantas rendido un león", de Osvaldo Soriano. Tiene buena pinta. Me levanto el lunes con esa luz de Caracas que le impide a uno dormir mucho. Si Bogotá es, inexplicablemente, la ciudad sin aparatos de calefacción, Caracas, también sorprendentemente, es la ciudad carente de persianas. Lo de Bogotá se explica por esta ilusión de vivir en el trópico donde a priori no hace frío... Lo de Caracas, como todo lo de Caracas, no se explica ni falta que hace. Ya lo decía el ex embajador Morodo. Venezuela es el país donde todo es posible y nada es seguro. Por eso nos gusta tanto.

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