miércoles, 3 de junio de 2009

Te dije que este sitio era una mierda


Casi siempre, termino anclado en algún lugar donde no debería estar. Es simple. Esa noche, no debía estar allí, entre esos carros con gente matando su estrés y frustración mundana, emborrachándose con caña barata y que deja el cuerpo malo y con remordimientos de conciencia.

Por estos lados, la mayoría de los hombres y mujeres tienen problemas de personalidad y sexualidad. Es simple. Miguel anda chalequeando a Marcos, quien de pronto le dice “mámalo, cabrón” y Marcos le dice “sácalo” y el otro pasa el vaso de donde beben 4 personas y se baja el cierre del pantalón y se baja el pipí. El otro, se agacha y comienza a dar una felación, y yo me di media vuelta y busqué el resto de la gente.

Pamela no iba a llegar, se quedó con las chicas y Renier, Ángelo y Kelman en Boga. Era simple, el tipo es un fanfarrón de mierda, que anda aliviado porque le montó las tetas a Florián y fue el primero que las gozó y lo felicito de verdad, aquí quien paga, no necesariamente goza.

Por ese instinto coño e madre que busca siempre conspirar contra uno mismo, me volteé y vi el fellatio. El que lo recibía le acariciaba el pelo al que lo daba y con la otra mano le dirigía la intensidad de la succión.

Otros tres panas veían la escena, atontados y bebiendo entre ellos. Fumaban, bebían, hablaban y se vacilaba aquel acto.

Yo me fui con el grupo, donde una carajita estaba hablando del concierto donde vio a una maldita banda emo chilena llamada Kudai, cuya principal virtud musical consiste en cambiarse el peinado y le vestuario (incluyendo el color del pelo) en menos de tres minutos.

Quedaba en la cava cerveza gay (o sea, Solera Azul) y ya estaba obstinado del inferior, pues ya venia de tres días de bebedera con Gertrude, amaneciendo y tirando salvajemente, pero ella la tenía que cagar con sus conflictos de mierda donde yo tenía que resolver todo, llenándome de muchísima mierda.

Pero gocé y no me quejo y al menos, Gertrude no está aquí. Estas locas que me pienso raspar. Karlin me mira, pero tiene mal aliento y le mamó el guevo a dos tipos antes de venir. Negativo. Fiorella de seguro me la dona; pero como ella le dice al novio que tiró con otro tipo, no voy pendiente de que me embosque otra coñaza como pasó con… la tipa esa, que ya contaré, pero más tarde.

Por lo pronto, Pamela me sonríe y me pregunta por enésima vez qué hace un Licenciado en Letras. Yo le digo que, en mi caso, me dedico a hacer el ridículo. Todas se ríen y se intrigan. Pues siempre llego con un whisky mayor de edad y del bueno y lo bebo sólo con hielo y me voy, aparentemente solo. O me voy al baño, pero salgo acompañado con un culo y chao.

No es por alardear, es simplemente por joder. Me volteó otra vez, y justo, el tipo acaba, y los observadores celebran y el que está de rodillas creo que se ha tragado el semen. Se para y agarra el vaso y se lo empina. Se dan un abrazo y vienen.

Yo siento que Satanás vendrá a decirme que me agradece pues solo estas cosas pasan cuando ando cerca y que me dará plata porque estos pobres becerros irán al infierno.

Por lo tanto, me concentro en flirtear con Pamela, quien se muestra receptiva. Llegan los panas y las chicas preguntan si la están pasando bien. Ellos contestan muy animados y borrachos (y por demás, acabados) con un jubiloso sí. Marcos me está viendo el culo y cuando lo pillo una mirada mortal lo fulmina y Pamela captó pero se sonrió y mira a otra parte.

Comienzan hablar del maldito béisbol. Cuando me preguntan si soy del Magallanes o del Caracas o de los Tigres, yo digo que soy del Manchester United. Todos se quedan en silencio, confundidos, desconcertados y uno capta que hablo de fútbol y me dice, “pero ese es un equipo de fútbol!” y Karlin dice “verdad!” como si hubiera descubierto una clave secreta que le llevaría al grial. Mierda, es lo que pienso. Me río.

Pero me salvan la patria y llega Andrea, que es novia de Marcos y se besan con pasión. Yo tengo ganas de sacarme los ojos. Ya no tengo ganas de entenderme con mi bolsa de pólvora, que me cortó Ana Gabriela con mucho esmero.

Comienzan hablar y resulta que en esa semana van a cumplir dos años de noviazgo. Todos celebran y comienzan hacer vaca para comprar más caña. Yo tengo ganas de buscar un puerto menos chamorro y en eso me acuerdo que Pamela quería ir a Boga porque allí está su hermano con el grupito que mencioné. Como ando ladillando a Florián, y como creo que puedo entucar a Pamela, le digo para irnos a Boga. “ay no, pero caminando?” Yo tengo ganas de agarrarla como troglodita y llevármela arrastrando por los cabellos, pero le digo “deja la flojera. Aprovechamos y comemos algo. Te animas?”

Cuando vamos caminando, ella va hablando de la Michelena, la uni donde estudia. Veo a la gente, la división entre clases: los marginales traen a sus crías a los juegos infantiles, y a dar vueltas en este parque que es un inmenso terreno propiedad del ejército. La gente pobre da lástima: no tienen plata para ir a un mejor lugar, huelen mal, se visten mal, son gente fea y de paso, la mayoría de los padres no tienen más de 20 años. Algo se jodió en el mundo. Y nadie se da cuenta.

Por mi parte, voy ignorando lo que me dice esta jeva y me limito a decir la primera frase inteligente que mi cerebro arma, mientras saco la cuenta de Boga y el hotel, basado en lo que pienso engullir junto a mi acompañante y el lugar donde pernoctaremos. No saldrá barato, pero puedo pagarlo.

Ya en Boga, el saludo de amigas ladilla. Hasta Kelman, bastante cabroncete, se ladilla. Florián me mira y sabe que ando con Pamela y como la mesa está full, nos sentamos en la del lado. Yo entonces le cuento sobre una peli que vi en el cine y ella me mira y me dice que soy inteligente porque digo muchas palabras bonitas y hablo bonito. “Yo soy una gafa, una bruta al lado tuyo” yo le digo “no vale, para nada. Lo que importa en realidad es que tripeemos y nada, estamos en un lugar genial y vamos a disfrutarlo” Y ella me dice que soy lindo.

Ya me siento recuperado, luego de comer unas crepès con frutos del mar y una ensalada césar. Empujo todo eso con un Sauvignon Blanc de origen chileno. Ella bebió bastante y luego rematamos con unos coctelitos, ella se fue por un sexo en la playa y yo me fui por un martini. Ella me dijo que le gustaba estar conmigo. Yo le dije que nos fuéramos a otra parte y lo dije sin mucho pensar y ella dijo que sí. La fortuna favorece a los audaces.

El Hotel Italo tenía matrimonial simple y con lo que ya había gastado, bueno, era algo pero menor a lo que había calculado. Comprobé que en uno de mis bolsillos tenia mis condones. Y al recibir la llave, bueno, mi espinazo avisó a cada terminación nerviosa que dentro de poco, íbamos a entucar.

En consecuencia, entramos y lo genial de la habitación congenió con el ánimo de ambos y ayudó, la verdad. Yo la tomé por la espalda y comencé a besarle el cuello. Ella se dejó. Luego se volteó y comenzamos a besarnos. En eso me lo agarra y ya le estoy desabrochando los pantalones.

Al rato, ya estamos en la cama y ella se alivia cuando me ve con un condón en la mano. Comenzamos y fue bastante fino. En cuatro, bueno, genial, ella encima de mi y luego le pongo las piernas en mis hombros, acabando ella. Al rato, yo me alivié.

Misión cumplida. Nos bañamos. Allí iniciamos otra maniobra que termina furiosamente sobre una silla. No me di cuenta cuando me lo puse, pero al acabar, me di cuenta de que lo tenia puesto.

Ella se dejó coger por tercera vez y ya eran las dos y media de la mañana. Se dejó con resignación. Aquello fue calmado y normalito.

Nos quedamos dormidos, o al menos ella sí y yo simulé dormir. En seguida, se me ocurre arremeter contra mi bolsa y me serví par de líneas que inhalé con alegría. Estaba sabrosa. La acidez del toque me pareció oportuna y de paso, me dio par de ideas que anoté en un papel.

Ella dormía como piedra.

A las 4 de la mañana la llamaron y ella contestó sobresaltada. Entonces comenzó a vestirse. Me vio desnudo y con pólvora cortada. No sabía si ofrecerle, “qué asco, noooo!” y se fue de la habitación, abriendo la puerta, y mirándome de manera desaprobadora y avergonzada.

Al cerrar la puerta, me serví otro pase y me puse a ver el show de Jools Holland y eso me pareció el cierre perfecto para aquel día. Me acosté cuando ya amanecía. Más noqueado por el cansancio acumulado, porque si hubiera querido, con el combustible, sigo de largo.

Dormí hasta las 10 y media y fui a desayunar. Regresé al hotel donde dormí otro rato. Pensé en irme a mi casa, pero antes, me provocó ir a Blockbuster y llevarme par de pelis para quedarme tranquilito el resto del fin.

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