
Detrás de nosotros la Puerta de Brandemburgo estaba tapiada por una inmensa publicidad de Samsung.
¿Quién es, entonces, este tal George Clooney? Otro ídolo mediocre, ¿o no? Tú, o yo, o el tipo de más allá, todos hemos podido haber sido Clooney. Quizá. Pero solo quizá. Porque lo primero que debe quedar claro es que Clooney no nació en alguna esquina del tercer mundo latinoamericano, ni habla español. Clooney nació en Lexington, Kentucky, en un círculo familiar que era parte de la televisión norteamericana, así que ya estaba listo para el sancocho hollywoodense desde que salio de entre las piernas de su madre. Su papá era periodista y presentador en la tele, y su mamá era una miss-algo de por allá. Y sin embargo Clooney, con esa estrella encima, lo que quería ser era jugador profesional de pelota. De haber nacido en Venezuela o en Cuba o en la República Dominicana, quizá hubiese sido un ídolo en la Serie del Caribe. Pero solo quizá. Después de intentar jugar a la pelota, e intentar ir a la universidad, Clooney por fin se dio cuenta de que lo que le tocaba en la vida era estar frente a una cámara, y en 1984 aparece en una comedia de tele llamada E/R, que no debe ser confundida con la serie que luego lo lanzó a la fama: ER. (La diferencia entre las dos series es una barra en el nombre y un soundtrack de risas.) En 1985 apreció en… Coño, pero para qué seguir el progreso de un ídolo que brilla por una razón distinta de la del esfuerzo de su trabajo y su trayectoria. Permítanme, entonces, ir directo al grano.
Yo no voy a decir que Clooney es mal actor. No. Pero tampoco voy a decir que el tipo es bueno. Tampoco le voy a quitar su estatus de ídolo, o “ídolo”. Y lo que es más, voy a confesar que a mi me encanta el tal Clooney. Su mejor actuación la podemos ver en cada uno de los episodios de ER (la serie dramática, no la comedia), y luego en O Brother, Where Art Thou? Pana, el tipo se la comió en ese papel. Sucio, mal parecido, con un bigotito de hipster de Williamsburg o Berlín que nos recuerdan a los años de oro de la pornografía, con un acento entre sureño y del midwest de los EEUU, con una diarrea verbal que dispara cuarenta palabras por segundo, y sobre todo con el pelo siempre engominado con una vaina que parecía mermelada vaginal y que se llamaba Dapper Dan. Lo que hizo bien Clooney en esa película fue, por su puesto, lo que no hizo bien en ninguna otra. En otras palabras, lo que hizo Clooney en O Brother fue no ser él mismo, que viene a ser el meollo de lo que es una buena actuación. Pero la ventaja que tiene Clooney –y por esto, que no quede duda, es que es un ídolo–, es que el tipo está de lo más chévere. Y aunque Clooney no es particularmente bien parecido –no, por ejemplo, como lo son Brad Pitt o Tom Cruise–, hay que admitir que el tipo tiene algo. Tiene algo en los ojos, y en la boca, y en ese pelito de astroboy, y en su postura, y en su aura general, y en la voz, pero sobre todo en como se lleva por la vida, que es como si supiera siempre con demasiada seguridad lo que está haciendo, que lo sabe todo. Tiene algo todo él tiene algo… Tiene algo, lo confieso, que me dan ganas de ser marico. Pero no lo soy, ojo. Pero no puedo negar que cuando veo a Clooney me dan ganas de meterle a la mariquera. Y es por eso, por esa capacidad de hasta despertarle la mariquera al hombre más heterosexual, que Clooney es un ídolo. (O sea, algo debe tener el tipo, porque ha sido uno de los dos únicos hombres que han sido seleccionados dos veces por People Magazine como los hombres mas sexy del año. ¿Saber eso es de maricos?) Pero aparte de eso no queda más nada. Porque vamos a ser francos, Clooney siempre hace de él mismo en casi todas las películas que ha hecho. Todas son lo mismo, menos O Brother. Bueno, Syriana quizá se salva también. Pero no hay manera de negar que Clooney siempre hace de un tipo cool, relajado, cómico, bien parecido, descomprometido con el mundo, que está como le da la gana, que todo el mundo lo quiere (chicas y chicos por igual), y que al final de la noche se lleva a la única mujer que sale en toda la película para la casa. Yo sé que eso es una generalización, pero váyanse a la mierda, porque saben que hay algo de verdad en lo que estoy diciendo. Y siendo así el estado de las cosas, Clooney es uno más de esos ídolos mediocres que nosotros aceptamos que sean mediocres. Todo, al final, es culpa nuestra.
Sin embargo –y este ‘sin embargo’ es grandísimo–, hay algo que sí salva a Clooney de nuestra idolatría mediocre o de nuestra mediocridad idólatra (¿hay una diferencia?), digo, a parte de su desorbitante atractivo sexual que despierta en mi una mariquera incontrolable. Lo que salva a Clooney de nuestra idolatría mediocre o nuestra mediocridad idólatra es que el tipo resulta ser buen director. Sí, es verdad que Clooney sólo ha dirigido dos películas, pero en ambas ocasiones lo ha hecho sorprendentemente bien. Good Night, and Good Luck, déjense de imbecilidades burguesas encubiertas en estupideces proletarias y vice versa, es una buena película. No es una maravilla. No es 2001: A Space Odessy o Being John Malkovich. Pero está bien dirigida. Se deja ver dos o tres veces. O sea, muy bien dirigida. Y Confesions of a Dangerous Mind, la primera en orden cronológico de las dos películas dirigidas por Clooney, es aún mejor. Claro, el guión es de Charlie Kaufmann, que es lo mejor que tiene Hollywood ahorita en términos de guionistas. Pero la película también está muy, pero muy bien dirigida. Se deja ver unas cinco o seis veces. Claro, no tengo muchos argumentos para apoyar mis desinfladas opiniones. Pero véanlas y sabrán de lo que hablo. Cierto, son solo dos películas, pero eso es suficiente. Suficiente para hacer a Clooney un ídolo. ¿Y por qué? Bueno, porque Clooney es bello. Y a la gente bella se le acepta cualquier cosa. Creo que mis argumentos son circulares. No sé. ¿No les parece? Igual, todo sigue siendo culpa nuestra.
Bueno, la cosa es que al final yo realmente no tengo nada que decir sobre Clooney. Nada muy profundo, ni nada realmente creativo. Pero sí tengo una confesión. Y es por eso, creo, que escribí todo lo anterior. A veces por las noches, en esas noches largas y tristes e insomnes y solitarias, pero sobre todo insomnes, en las que no hay nada que hacer, ni nada que comer, ni a quién cojer, me pongo a ver O Brother, Where Art Thou?... y me masturbo. Sí. Me masturbo. Me masturbo viendo a Clooney. Pero no soy marico. Me masturbo por dos horas. De verdad. Me masturbo viendo a Clooney con su bigotico y su peinado Dapper Dan. Y hago todo esto sin ser marico. Lo hago. Sí. Lo hago… Sin la mariquera. Bueno, quizá un poquito. O sea, lo hago pensando en Kate Winslet, o en Cate Blanchett, o en Kristen Dunst, o en las tres juntas… pero lo hago viendo a Clooney… me masturbo viendo a mi ídolo.
Leí en la prensa que las oleadas de frío eran severas en Londres. Deseé con vesania que estuvieses padeciéndolas. Fue genuino. Abrigué -sorprendido de mí mismo- este deseo. No creo que me hayas deseado mal nunca. Pero es sólo eso, una creencia. Supe que vivías en Inglaterra porque una de esas amistades en común (que no encuentra entre las cortesías y bondades que se le pueden decir a alguien luego de un tiempo considerable sin verse, nada alegre, porque la vida la han desperdiciado entre peluquerías y fiestas), me dio cuenta de ti. No respondí. Por momentos tuve ganas de decirle que el paréntesis que se abrió luego de nuestra separación -si puede ser de alguien lo que en concreto deja de ser- me llevó a conocer personas en toda América; pero me detuve. No tenemos por qué saber de nosotros cuando ya todo es sabido. El paréntesis no se ha cerrado aún. Y en Londres quizá no hace tanto frío como desearía.
Le contaba a una de esas personas que creemos conocer cuando viajamos, y nos sentimos cómodos porque sabemos que no volveremos a conversar en un tiempo, que debes estar feliz viviendo en un lugar donde las estaciones -las cuatro- te permiten ir de compras y cuidar tu closet todo el año. Ahora sí que se justifican las visitas al mall; extraño verte tras bastidores llevando a cabo aquellos striptease improvisados en cada local en el que te probabas pantalones, blusas, faldas, y yo intentaba verte a través de cualquier resquicio de los que disponía mientras te cuidaba el bolso o la cartera. ¡Cómo echo de menos verte los pies por debajo de los probadores aun cuando sabía que luego nos iríamos a la habitación de un hotel y desnuda te probarías todo de nuevo! Cuando me toca comprar ropa, cada tienda es un recordatorio. Deberían tener barras en estos locales. Yo nunca fui un hombre que le molestara acompañarte a comprar ropa, lo disfrutaba tanto o más que tú, bien lo sabes. Ya todo es sabido.
El pudo ser ya me atormenta lo suficiente como para saber de ti lo que nunca podré cambiar. Prefiero hacer uso de la amarga imaginación y recordar lo que no fue como si hubiese sido. Ya no recuerdo con tanta cercanía lo que hicimos juntos sino que recuerdo con nostalgia lo que creí vivir contigo desde que partiste. Maldigo cada noticia que me llega de ti. Nadie puede sentir el escozor que enmudece a mi voluntad cuando desde el más auténtico impulso de maldad me dan cuenta de ti. Al dolor por tu abandono le debo mi ausencia en cuanta comunidad electrónica pulula en la red; gracias a ti me salvé del Hi5, del Facebook, y del Messenger. Autoexiliado del mundo virtual puedo recordarte con el melifluo regodeo de quienes conversamos sólo cuando sabemos que podemos aprender algo. El día que haga click, te derrumbarás y veré cómo se te ha ido la vida entre peluquerías y fiestas, y el recuerdo tan dulce, glamoroso, melancólico, como si fuese un relato de Scott Fitzgerald, se irá en bits de estupidez y exhibición vulgar. Y lo nuestro no fue vulgar. La memoria no debería ser vulgar.
Leí en la prensa que las oleadas de frío eran severas en Londres. Ojalá estés abrigada. Yo ya me he ido acostumbrando.
Tracy, no le dijiste que estabas embarazada, al contrario, se lo contaste a Sommerset. Él sabía de tu soledad, de tu dolor, de tu horror: cómo traer a alguien a un mundo tan horrible como este? Y nada, me liquidaste cuando decidiste tenerlo, entre lágrimas, cuando Sommerset te dijo que debías darle todo el amor del mundo.
Porque yo sé que estabas llena de amor. Lo sé. Por eso, John Doe te mató y mandó tu cabeza a ese lugar maldito, a ese desierto del siglo XXI con cables de alta tensión. Mills lo supo…tu cabeza estaba allí y Doe simplemente tenía envidia de no recibir amor. Y Mills lo perdió todo impartiendo justicia: es la paradoja de quien baila en filo del bien y el mal. Lo llenó de plomo y se lo llevaron…
Así Palthrow, conduces con tu cabello suave y rubio. Así nos llevas al infierno y no nos sueltas, como la madre buena que eres.
Como Sylvia. Y Daniel Craig era el infame Ted Hughes. Él se cansó de engañarte. Él nunca defendió tu poesía pues sabía que eras la walkyria de aquel país de cobardes. Tú cantaste “morir es un arte como todo lo demás / y yo lo hago extraordinariamente bien” pero no vivías dándote golpes de pecho ni cortándote las venas.
No, Sylvia, tú veías la playa y el mar que se alejaba a tus pies. Cuando sentiste en tu vientre la vida, sabías que morirías pronto. Pero fue Hughes quien te mató. No puedes mentirle a tu amor de esa manera.
Por eso, y gracias te damos los hijos que ahora somos hombres, por dejar unos sandwichs y unos vasos de leche, antes de suicidarte con el gas del horno.
Shakespeare se enamoró de ti. No es obvio? Tu mar rubio, tus ojos verdes, esa manera que tienes de actuar, Gwyneth. Esa manera de olvidarte de ti misma y entregarte a la ficción, a esta autopista que no lleva a ninguna parte.
Juegas en el Globe Teatre. Juegas a Julieta. En el fondo, amas. En el fondo, no haces como las actrices del montón, que fingen. No, tú estabas enamorada. Totalmente. Y lástima que ni la reina podía mandar a la mierda ese maldito matrimonio.
Aunque te encontrarías luego con Shakespeare. En una isla desierta. Un paraíso. Hundidos quedaron tus esclavistas. Caminas, te adentras en la playa, sabes que encontrarás, sabes que ya ganaste.
Mr Ripley es un ser perverso. Es un copycat. Yo te entiendo, pero no podías hacer nada, sino ser la novia tonta que persigue a su novio por toda Europa y lo persigue, porque sabe que deben estar juntos. Y claro, tu novio se deja perseguir. No quiere perderte; pero es complicado: al otro lado del Atlántico le espera un trabajo donde no va a trabajar y mucho dinero, que no va a disfrutar.
Pero no, Mr. Ripley cambia los planes. Lo libera con perversidad y crimen y luego el quiere asumir tal cárcel. Como eres una diosa, te das cuenta, y gracias a la pistola, y tus lágrimas, impartes la justicia de los duros.
Sí, bueno, Amor ciego. Es chévere, porque cuando uno se enamora tiende a embellecer a quien uno ama. En mi caso, hubiera preferido enamorarme de ti, siendo una obesa de 200 kilos; pero viéndote tal como eres, como una alucinación. Ya tu sabes que yo no escucho a nadie. Y sigo. Sólo que de las que me enamoro tienen males peores que esos kilos de más. Claro que el amor es ciego, pero es feliz, como irse en el carro y que nada más importe.
The anniversary party. Esta peli es una joya. Una peli digital, pionera en ese método y no debió ser fácil para ti medírtele a Jennifer Jason Leigh. Eras la actriz tonta que gana millones y no entiende lo que pasa. Jennifer, al contrario, está clarita como el agua.
Pero claro, no te diste cuenta de que su esposo estaba en Inglaterra y que llegó justo a la fiesta de aniversario. Y sí, te escogieron para el papel que la esposa había forjado y todo el mundo piensa otra cosa, y tu apareces con E y nada, a tripear y a decirse las vainas como son. De resto, te estamos agradecidos, pues así deberían ser las fiestas.
The Tennenbaums. Yo te comprendo, hacer teatro es una mierda. Comprendo a tu hermano, el tenis quiebra los nervios y los tendones. Por eso, comprendo que abandonaran sus carreras justo cuando iban a conquistar la cima. Claro, eso pasa cuando tus bases no son sólidas, y para la mayoría, esas bases se forman en la familia.
Y en el caso de Uds., el viejo Tennenbaum se fue, se divorció de tu madre y se fue a buscar nueva vida. Quién carajo dijo que eso se vale? Nueva vida? Acaso ésta es tan asquerosa? Acaso la que viene no es igual o peor? Bah… por eso, los divorcios son tan jodedores. La gente crece dividida, cortada y joden sus vidas. Les falta algo, confianza, identidad, amor propio. Muchas cosas. Al menos, la muerte arregló todo. Tú estrenaste tu obra y tu hermano se cubrió de trofeos. La dinastía continúo.
Oh, Diosa! Quién eres? Hubieras sido lo que eres si tu padrino no hubiera sido Steven Spielberg? Acaso no es una necedad pensar que una mujer como tú es la perdición de los hombres? Rubia, de mirada profunda. Escogiste siempre ser la heroína inocente, llena de buen corazón y frágil como ninguna. Eso te dio el poder. Una chica, alegre, sencilla y dulce. Así los matas. Así les ganas a todas esas actrices que quieren ser las más malas del barrio y más sexys que las porno divas. Tú no vas pendiente de eso.
Oh gracias, Gwyneth, Diosa de la familia. Gracias por proteger las bases del mundo, gracias por tu cabello y tus ojos verdes. Gracias por tu amor. Gracias por ser la madre de nuestra hermosa familia indie.
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¿Quién no ha tenido el bello e impostor impulso de sentarse a la mesa y comerse un almuerzo, sin nada de ropa?
Te acuerdas, Angélica? Te acuerdas Mónica? Angie, cierto que fue demasiado divertido?
Sin embargo, tanta exposición a las drogas termina siendo una agotadora trampa donde todo termina confundiéndose, como Alejandro, a quien descubrí follándose a Mónica, lo cual suscitó que me intoxicara con vodka.
Era días buenos, eran días malos, Andreína no dejaba de traer coca, que sustituí por el vodka. Días buenos: descubrí que todos eran unas cucarachas mandadas por la CIA. Días malos: Mónica quería matarme.
Resulta que Lee consigue a su esposa con un escritor amigo suyo. Descubre que la traición & decepción están en todas partes.
Tánger es un lugar de esos perfectos para los escritores, como una habitación de hotel. Allí los insectos no pueden ser otra cosa sino los enviados de Pazuzu.
Allí la arena es la medida de todos los miedos y la maquina de escribir no para y no debe hacerlo, a menos que se decida apelar a la delicadeza.
Cuando Burroughs escribió Almuerzo Desnudo debió recordar las largas sesiones de drogas con Cassady, Ginsberg, Kerouac & Friends. Simplemente debió olvidar el momento donde uno pasa el interruptor y queda en ese coma caprichoso donde uno decide que el mundo puede seguir su rumbo; nosotros, no.
Estados terminales donde uno decide que hablar no es más que un acto terrorista de contaminación masiva de los ambientes urbanos. Virus, virus. El lenguaje es virus.
Una labia es infectar a las jevas para que de pronto se sientan necesitadas de ti. Todo virus tiene la acción de reproducirse así mismo. Escribir es un acto viral donde todo es consumido para ver crecer el lenguaje que se ha inventado y que al final se le pone un nombre de mierda y ya, dices que escribiste un libro.
Si uno evita dormirse, se da cuenta de que hay muchos impostores por allí. Un ejército de cucarachas metiéndose en todas partes. Como somos pocos, trabajamos separados y con objetivos independientes. A veces, las cucarachas se dan cuenta de lo que hacemos y logran infiltrarse.
A veces, es preciso tener el corazón frío. A veces es preciso ponerle a la jeva un vaso en la cabeza y disparar, pensando en que le pegarás al vaso, pero apuntando en todo el medio de la frente.
A veces, hay que hacer eso dos veces, hasta tres. Lee, lo tuvo que hacer dos veces, una para hacer su trabajo y la segunda para salir del infierno.
Según Burroughs, lamenta haber matado a su esposa, jugando Guillermo Tell. Tal vez sea verdad, pero de todas maneras lo hizo. Y esa mujer se sabía culpable de algo y se puso el vaso en la cabeza y con el corazón a mil, esperando el momento en que le volaran los sesos.
“ella usó mi cabeza como un revólver” Mónica me intentó disparar pero no supo que yo le había sacado las balas al Smith and Wesson .38. Al llegar mi turno, no se dio cuenta cuando se las puse y disparé, sólo que desvié lo suficiente mi puntería como para dejar una marca en la pared y un charco de orine debajo de las piernas de ella. No tengo el corazón tan frío, amigos.
Nunca más la volví a ver.
Con Andreína fue más sencillo. Yo le dije que me iba a los llanos. A escribir y trabajar en el fundo. Aquel techo de los palos grandes era una frontera, definido claramente en una cornisa donde estábamos caminando. Ella pensaba que me iba a lanzar y cuando se dio cuenta de que ella era la que iba a caer, me empujó y casi caemos al vacío los dos.
Cuando tomé su mano y me lancé hacia delante, ella se lanzó con pánico inusitado hacia atrás. Sus ojos desorbitados se aferraron a la vida. Ese fue mi segundo disparo.
Nunca más la volví a ver.
Uno debe volverse inmune al aburrimiento o si no termina… bah, todo esto es un ejercicio de dandys anacoretas. Se supone que la gente se somete a la cárcel social, es como debe ser.
Uno sólo trabaja para moverlo todo, el problema es que ese todo es más feliz si no se mueve. Para que el cerebro se despierte, es preciso quemarle un montón de neuronas con bastante coca, o lo que sea, de aquí en adelante es a gusto del consumidor.
Guste o no, el crimen y la trasgresión son el fluido que entra en la sangre y reanima la vida. Es la única fuerza capaz de sacar al mundo del Parkinson global en que se encuentra.
En donde hay drogas, hay conciertos, artes, recitales, teatro y buena onda. Donde hay prostitución hay empresas. Donde hay robos hay buenas urbanizaciones. Donde hay chicos que almuerzan desnudos hay diversión y pura ficción.
Escribir, escribir. Ellas están muertas, yo cumplido con mi parte y he pasado la frontera. Todas eran las mismas, eran doppelgangers, por eso están muertas.
El aburrimiento no es posible, uno siempre logra activarse. Sea como sea, cueste lo que cueste.
Inhalo, mi corazón es un iceberg.